cap III / HISTORIA DO RIBERA DEL DUERO
Ribera
del Duero
El vino es una forma de percibir el tiempo, un modo de comprender e interpretar la huella que deja un territorio en los sentidos. Con esta premisa ve la luz el proyecto Rippa Dorii, la búsqueda de la huella más profunda de los vinos de Castilla, de una tradición marcada por una historia que parece que comenzó con la llegada de los vacceos a la Cuenca del Duero en torno a los siglos VII y V a.C. Estrabón describía al área Vaccea en su obra Geografía tomo 3 como un espacio árido y pobre con muchos bosques, con grandes valles como el del Duero, el Esla, o el Pisuerga. Pero, quizás, el momento esencial del inicio de la viticultura en Castilla se remonta a la Reconquista, en la que las tierras de Duero se convirtieron en escenario de batallas y razias entre ejércitos musulmanes y cristianos, una zona intermedia entre Al-Ándalus y el incipiente reino Astur, una tierra de nadie que sin embargo contaba con evidentes aptitudes para una economía agrícola medieval. Nuevos pobladores decidieron habitar estas llanuras y poco a poco se fue creando una densa red de villas reales en Tierra de Campos y en los principales cauces fluviales.
Tal y como explica Julio Fernández Portela en su tesis doctoral sobre la Industria del vino y la viticultura en Castilla León (Universidad de Valladolid, 2014), en ese momento el viñedo comenzó a adquirir cierta relevancia como cultivo repoblador que ayudaba a asentar nueva población. Requería entre tres y cinco años hasta que diese los primeros frutos, aspecto que obligaba a permanecer en el mismo lugar a las personas que lo cultivaban para poder rentabilizar su inversión. Para ello se pusieron en marcha una serie de medidas que contribuyeron a su reconstitución y expansión como eran el sistema de presura y la plantación de viñas a media.
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La Presura
La presura, también conocida como aprisión, presión o escalio en otros territorios de la Península Ibérica como en Aragón y Navarra, y aprisió en Cataluña, consistía en la roturación de tierras abandonadas por parte de una persona para su cultivo, y de esta forma, poder asentar población y formar aldeas.
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La Plantación
La plantación de viñas a media, y posteriormente denominado ‘complantatio’, se ha utilizado en Castilla y León desde al menos el siglo IX. Consistía en la cesión de tierra mediante un acuerdo verbal o por escrito de un propietario a otra persona que sería la encargada de la explotación. El cultivador era el responsable de realizar todos los trabajos necesarios como la roturación, la plantación y el laboreo, y durante el primer lustro obtendría íntegros todos los beneficios que generase la explotación, consiguiendo a partir del quinto año el 50% de la explotación.
Origen
La existencia del cultivo de la vid y la elaboración de vino en la Ribera del Duero fue anterior a la llegada de los romanos a la península, ya que se han encontrado restos arqueológicos en los enterramientos Vacceos de Pintia (Padilla de Duero – Peñafiel) que ponen de manifiesto el importante papel que jugaba el vino para este pueblo. Los vacceos son una etnia prerromana que habitó la meseta central en el curso medio del Duero y el Pisuerga y que se organizaba en torno a ciudades como Pintia.
Su origen se sitúa en el S.V a.C. y su declive se produjo, tras romanizarse, en el S.VII d.C., con la ocupación visigoda. En la necrópolis de este yacimiento fue hallada una copa fechada en el S.IV a.C. cuya analítica ha corroborado la presencia de vino, aunque no de viñedos, a pesar de que no se descarta, ya que en recientes intervenciones en la antigua Cauca, actual Coca en la provincia de Segovia, se han recuperado pepitas de uva, con lo que no es descabellado pensar que, también, se cultivase en esta zona. En el enterramiento de Las Ruedas de Pintia, el examen de vasijas cerámicas y las sales tartratos encontradas evidencian el consumo de vino en copas y cráteras, principalmente, por parte de los guerreros de alto estatus, aunque la lectura social de ciertas huellas ha permitido saber que mujeres, incluso niños, compartían en el banquete funerario este preciado elemento.
Desarrollo
Durante la vendimia de 1972 fue descubierto en Baños de Valdearados un mosaico romano de 66 metros cuadrados, considerada la pieza con alegorías báquicas más grande de la Península, lo cual confirma que la elaboración del vino ha existido en esta región hace miles de años.
La reconquista es un periodo fundamental para el desarrollo de la viticultura en la zona de la Ribera del Duero, ya que fue acompañada de la repoblación de un espacio que había sido asolado durante las guerras entre los pueblos cristianos y musulmanes. En este proceso tuvieron mucha importancia las órdenes monásticas que se instituyeron en todo el territorio ganado a fin de ir, de nuevo, instaurando el dogma católico.
Uno de los momentos clave para los vinos de la Ribera del Duero fue la fundación, en el S.XII, del Monasterio Cisterciense de Santa María de Valbuena. La Orden del Cister fue creada en 1098 por Roberto de Champagne, que ubicó su primer monasterio en Citeaux en plena Borgoña. Con la entrada en la congregación de Bernardo de Claraval, el Cister se expandió por toda Europa llegándose a erigir más de 200 prioratos. Estos monjes del Cluny trajeron consigo vides de la Borgoña francesa que plantaron en sus ingentes extensiones, pues estuvieron muy dotados por reyes y nobles, logrando un basto patrimonio territorial entre los ríos Duero y Esgueva.
El vino castellano está tan integrado en la historia de la cultura que sus propias crisis se corresponden a crisis culturales. Y así, cuando la filoxera se abate sobre los territorios del Duero en 1898, juntamente con la pérdida española de Cuba y Filipinas, deja a toda una generación sin vino.
Como explica el historiador David Sánchez, en el S. XVIII, en la Ribera del Duero, se consolida la expansión vitícola que se había iniciado el siglo anterior. No obstante, según el Catastro del Marqués de la Ensenada, los viñedos de Peñafiel, Pesquera y Curiel no eran muy extensos, aunque ya estaban muy bien considerados los caldos de estos dos últimos núcleos. Los vinos ribereños se exportan a otras áreas de la provincia, como Medina de Rioseco y Tierra de Campos, que demandaban caldos de mayor clase de la que ellos eran capaces de producir a pesar de que la de éstos, tampoco, era demasiado significativa.
Los vinos de la Ribera del Duero comienzan a diferenciarse por su oscuro color, un gusto agradable y una baja graduación que incidía en su mala conservación. Esto hacía que los caldos no superasen el verano y se desperdiciaran grandes cantidades al llegar el estío. De esta mediocridad se libraban los caldos de Pesquera y Curiel, que gozaban de unas propiedades que les diferenciaban del resto. Esto era conocido por los pequeños productores de otros núcleos como Peñafiel que dificultaban las labores de los arrieros que transportaban el vino desde Curiel a La Tierra de Segovia, con lo que evitaban pasar por esa villa y usaban caminos apartados. Peñafiel contaba con sus mercados y abastecía de vino a ciudades como Palencia, Vizcaya y el norte de España, con lo que este producto era uno de los principales frentes de recaudación de tributos. Los problemas de conservación, la sobreproducción y los, cada vez, más limitados mercados conducen a un declive que obliga a desarrollar nuevos mecanismos de producción. Para acabar con los excedentes de vino se va a transformar parte de la cosecha en aguardiente de modo que a principios del S.XIX Peñafiel tenía varias fábricas que destilaban los orujos.
Lecanda
A mediados del S.XIX se produce un hecho desencadenante en la Ribera del Duero, primer germen de los vinos que actualmente se elaboran en la Denominación de Origen (D.O.), con la implantación en Valbuena de Duero de Bodegas de Lecanda procedentes de Burdeos. La necesidad de vides tempranas adaptadas al frío, motivó a Eloy Lecanda a importar cepas francesas de Cabernet Sauvignon, Malbec y Merlot que se unirían a la autóctona Tinta Fina del país ya plantada en la zona. A este proceso se le unió la implantación del modelo de producción bordelés para la obtención de prestigiosos vinos de crianza, proceso que ya se había iniciado en La Rioja. En 1890, las Bodegas Lecanda cambian de propietario y de denominación pasando a ser Bodegas Vega Sicilia.
Desde 1982, la comarca vitivinícola de la Ribera obtuvo su propia Denominación de Origen. La iniciativa de las bodegas tradicionales se vio respaldada por el trabajo de los pequeños viticultores, que elaboran cada año algunos vinos excepcionales que se cuentan entre los mejores tintos españoles. Y esta leyenda se fortaleció con el aporte de buenos enólogos y entusiastas inversores, sin olvidar a las firmas clásicas, que han seguido creando verdaderas
Los grandes vinos de la Ribera del Duero han marcado un cambio definitivo en la apreciación de los nuevos tintos. Los amantes del buen color, noble graduación, poderoso tanino y aristocrática presencia, deben estar siempre atentos a las joyas que nacen en esta singular región.