cap III / HISTORIA DO RIBERA DEL DUERO

Marco geográfico
y climático de Ribera del Duero

La Ribera del Duero es una región vitícola que se extiende por las provincias de Soria, Burgos, Segovia y Valladolid. Se trata de una franja de espacio dispuesta a ambos lados del río Duero, de 110 km de largo y entre los 20 y 30 de ancho. Este territorio coincide con el valle creado por el discurrir del Duero sobre sus llanos calcáreos.

La Ribera del Duero no se extiende por toda el Valle del Duero, sino sobre algunos sectores, los cuales, bien gracias a ventajas comparativas, bien por coyunturas históricas singulares, han sido capaces de crear un terruño de vides y vinos de calidad de renombre internacional.

Marco geográfico y climático de Ribera del Duero

La Ribera del Duero corresponde al sector más oriental del Valle, comarca que desde hace siglos es conocida como La Ribera. Es una hoya excavada por el Duero y su red de afluentes sobre la superficie de los páramos, con una altitud máxima de alrededor de 900 metros en el oeste y 1.000 en el este, alojándose en el valle entre los 150 y 200 metros por debajo.

Tras la aprobación de la DO Rueda en 1980, la de La Ribera en 1982, surgieron y se aprobaron las de Toro (1987), Cigales (1991), Los Arribes (2007) y la Tierra del Vino de Zamora (2007), dentro del Valle del Duero, a las que se sumaron otras en la Cuenca y fuera de ella. Too esto hizo que el Duero se afianzara como una tierra de vides y vinos de calidad reconocida desde las llanuras de Soria hasta la desembocadura del río en Oporto.

Viñedos Rippa Dorii

Ecología

y viñedos

Las tierras ribereñas orientales del Duero tienen unas condiciones ecológicas singulares. Destacan la considerable altitud, que reduce el período de crecimiento de las plantas debido al frío, la escasa pluviosidad, la elevada insolación, y el carácter silíceo de una buena parte de sus suelos, muy aptos para el cultivo de la vid. Es una franja de tierras altas y llanas, distribuida en tres niveles de plataformas: las vegas, las terrazas y pequeños rellanos intermedios, y los páramos culminantes, que enlazan con el valle mediante las cuestas. Las primeras fueron siempre el asiento de los cultivos regados, las segundas, las del viñedo alternante con el cereal, y los terceros, las del monte y campos roturados.

El viñedo se localizaba fuera de las vegas, en las terrazas de gravas dejadas por el río, o sobre las plataformas estructurales de areniscas, que aparecen al ser desmantelados los sedimentos suprayacentes, o sobre estratos arcillosos reducidos a lomas por la erosión.

En todos los casos se trata de retazos de capas horizontales, de composición areno-gravosa, secundariamente arcillosa, de suelos calientes, pobres para el cereal, de escasas aptitudes agrícolas excepto para la vid, que hunde sus largas raíces entre esas capas, atravesándolas y obteniendo agua y nutrientes a profundidades a las que los cultivos herbáceos no pueden llegar.

Viñedos Rippa Dorii en Ribera del Duero

«Al pie de las cuestas, y como fruto de la intensa deforestación general, se acumulan abanicos de aluviones de arcillas y limos, más o menos carbonatados, a veces con buenas proporciones de elementos orgánicos, que confieren a los pagos vitícolas acostados al pie de las laderas unas cualidades extraordinarias, en las que tampoco es infrecuente encontrar replantaciones de viñedo, debido a que las acusadas pendientes favorecen la filtración y escorrentía del agua, que mejora y diversifica las cualidades organolépticas de la uva».

(Molinero, F., 1997: 23)

El

Clima

El clima de La Ribera es un típico clima mediterráneo de altitud. Es mediterráneo, porque la situación planetaria de La Ribera corresponde a las latitudes medias subtropicales, propias del dominio mediterráneo (42 ºN), en el SO del continente europeo. Un clima que se caracteriza por la aridez estival, es decir, por la casi ausencia de lluvias entre mediados de junio y mediados de septiembre, circunstancia que permite una prolongada insolación y una excelente maduración de la uva. Pero es también un clima de altitud, lo que produce fuertes oscilaciones térmicas entre el día y la noche y propicia la acumulación de azúcares en el fruto, aportando grado, suavidad y elevada acidez fija, lo que permite reunir las cualidades más sobresalientes de los viñedos atlánticos y mediterráneos.

Finalmente, por tratarse de un clima mediterráneo de altitud, que afecta a un sector de una cuenca cerrada, enclaustrada entre montañas, alejada de las influencias marítimas, cuenta con escasas precipitaciones, de entre 450 y 500 mm anuales, lo que dificulta los elevados rendimientos y favorece la excelente maduración y cualidades organolépticas del fruto, especialmente del tempranillo, la variedad autóctona adaptada a estas condiciones climáticas. La cepa tiene que repartir el agua y los nutrientes sólo entre 1 y 3 kg de uva, lo que aumenta indudablemente la calidad.

Páramo de Salomón

La temperatura de La Ribera oscila en torno a los 12 ºC de media anual, aumentando hacia el oeste y disminuyendo hacia el este, a consecuencia de la altitud. Esta media anual oscila entre los 21 ºC del mes de julio y los 3,5 ºC del de enero, pero en mayo, cuando empieza a brotar la vid, se alcanzan medias de entre 13 y 14 ºC, que se elevan a 18 en junio y a 21 en julio, para ir cayendo después hasta los 12 ºC en octubre, aunque a principios de este mes, cuando se realiza la vendimia, se supera ese valor medio. A lo largo de los seis meses centrales del año se consiguen unos 182 días de temperaturas activas, con 2.300 a 2.800 horas de sol y unos 130 días libres de helada, marco en el que se obtiene una excelente maduración de la uva.

Temperaturas y precipitaciones moderadas no excluyen rigores térmicos ni hídricos, que se suelen resolver mediante la aplicación de técnicas modernas. Los mayores riesgos que corren los viñedos de La Ribera se pueden producir en el mes de mayo, pues, el brote de la vid, que tiene lugar en los primeros días de este mes, o antes si se adelantan los calores primaverales, puede dañar seriamente los meristemos terminales de los vástagos y acabar con los racimos. En efecto, aunque el riesgo de heladas tardías, según apunta Huetz, es de un 10%, uno de cada diez años, la ocurrencia de ese fenómeno en mayo produce estragos insuperables para la cosecha, aunque no para la planta. Los viticultores se defienden con podas generosas, de modo que si se hielan las yemas altas, las heladas no suelen afectar a las más bajas.

Viñedos en Fuentecén

En el otro extremo se sitúan los veranos áridos, que han sido precedidos por primaveras secas y que se combaten mediante la aplicación de uno o dos riegos, por goteo, que aseguran la cosecha e incluso mejoran el equilibrio metabólico de la planta. Casi todas las plantaciones modernas están organizadas en espalderas, acompañadas de grupos de bombeo y goteros, que sólo se usan en caso de necesidad, no aportando más que unos 30 l/m2 y riego.

«Los paisajes vitivinícolas triunfantes de la Ribera del Duero»
– Con información de Fernando Molinero y Cayetano Cascos –